miércoles, septiembre 10, 2014

Sobre el duende ( a una pregunta de María en los Jardines de Murillo)




Pero ¿qué es el duende? 
La pregunta se me quedó ahí en la cabeza. Pensé en la respuesta que di, porque di una respuesta, claro: siempre tengo una respuesta, una teoría para cada ocasión; y pensé que las teorías no son sino máscaras, diques que levanto entre la realidad y yo. 

La realidad. 
Yo. 
Intento ahora exponerme, por encima de mis prejuicios respecto a la literatura buena y mala que se ha hecho en torno a esa palabra, duende, y de la sospecha de que demasiadas veces es una excusa, un engaño, un mito del que sacar rendimiento.

Recuerdo mi primer encuentro con la palabra “duende”, en el prólogo de aquella edición del Romancero gitano y el Poema del cante jondo que leí a los quince años, deslumbrado por ese disco de Camarón que me hizo caer enamorado del cante flamenco desde entonces y (ésta es de las pocas cosas seguras que tengo en esta vida) para siempre. Para mi siempre, claro. En ese prólogo, estas palabras de Lorca: “Entonces La Nina de los Peines se levantó como una loca, tronchada igual que una llorona medieval, y se bebió de un trago un gran vaso de cazalla como fuego, y se sentó a cantar sin voz, sin aliento, sin matices, con la garganta abrasada, pero... con duende. Había logrado matar todo el andamiaje de la canción para dejar paso a un duende furioso y abrasador, amigo de vientos cargados de arena, que hacía que los oyentes se rasgaran los trajes (…) La Niña de los Peines tuvo que desgarrar su voz porque sabía que la estaba oyendo gente exquisita que no pedía formas, sino tuétano de formas, música pura con el cuerpo sucinto para poder mantenerse en el aire. Se tuvo que empobrecer de facultades y de seguridades; es decir, tuvo que alejar a su musa y quedarse desamparada, que su duende viniera y se dignara luchar a brazo partido. ¡Y cómo cantó! Su voz ya no jugaba, su voz era un chorro de sangre.” Y también las citas de otros nombres míticos: Manuel Torre, Tomás Pavón, Silverio,… y me veo con dieciséis años, encerrado en mi cuarto, escuchando vinilos que eran reediciones de discos de pizarra en las que la voz del cantaor se abría paso entre el ruido y la precariedad de la tecnología de la época. Y yo las escuchaba buscando el duende, claro. Queriendo reconocerlo en algún tercio del cante, en esas letras que me hablaban de desdichas insostenibles, amores y odios extremos:

A qué niegas el delirio

Que tienes con mi persona. 
Le das martirio a tu cuerpo,
Tu te estás matando solas; 
Y yo pasando tormentos.

Desgraciaíto vivo

Hasta en el andar, 
Que los pasitos que daba palante
Se vuelven patrás.

En un cuartito los dos,
veneno que tú tomaras
veneno tomaba yo.

Y así, esa emoción privada que surgía a veces, de ese hombre o esa mujer que me contaba su historia sólo a mí, gemelo de sus desdichas y su soledad, me recordó a otras: el golpe en el pecho que sentí al llegar a la sala del Prado donde está El descendimiento de Van der Weyden, la necesidad de cerrar el libro en mitad o al final de un poema: 

Sucede que me canso de ser hombre.

Sucede que entro en las sastrerías y en los cines

marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro

navegando en un agua de origen y ceniza.

O aquel paseo suave en el que el tiempo cristalizó al salir del 
Corona Center después de haber visto La voz de la luna, 


las lecturas y relecturas de Rayuela, de Sobre héroes y tumbas, del Cuarteto de Alejandría... 

Estoy hablando de mí hace 23 años, más de media vida, de mi necesidad de encontrar sentido o, al menos, consuelo a ese desconcierto que me era (¿me era?) la vida.

No sé qué es el duende, pero debe parecerse a esto sobre lo que ya hablé en el post o periquito anterior.



y ya puestos, sigo sin saber del duende y estos vídeos no me lo van a explicar tampoco. pero yo disfruto con ellos. así que igual hay alguno por ahí que también. 






ya paro, ya paro...
resumen: 
1.- ni puta idea de qué es el duende, aunque intuyo algo: tiene que ver con eso desconcierto, con la necesidad de sentido y con el deseo de trascendencia y con lo dionisíaco.
2.- amo el flamenco. 
3.- las explicaciones son inevitables.

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