jueves, julio 15, 2010

BRATISLAVA -BOLLULLOS DE LA MITACIÓN

bratislava (octubre 2009) Termino de leer Niños del domingo de Bergman. Habitación del hotel devín con magnífica vista al Danubio antes de dar un paseo por la ciudad. Niños del domingo es un retrato de un día y medio de la vida de Bergman niño. Parece que trata de su infancia, de toda su familia, pero como casi siempre, como mi insomnios, como muerte de un viajante, como su Fanny y Alexander, trata de la relación padre-hijo. El relato intercala tres momentos del futuro (no puedo evitar convocar la palabreja sajona: flash forward), el último de ellos, dos páginas ante del final del libro, relata la que presumiblemente fue la última o la penúltima vez que Ingmar vio a su padre con vida y consciente (año 1970). Entonces, el padre lo bendijo, sí lo bendijo, y él huyó del cuarto incómodo: “esto (la bendición) lo sufro rápida e inesperadamente y no puedo defenderme. Papá ha cerrado los ojos, parece extenuado por el esfuerzo, cae de nuevo en su letargo. Me libero de su mano y voy al comedor”.) Luego, a preguntas de la mujer que cuida a su padre (¿su amante sin sexo?) , Ingmar responde: - … le miro y pienso que debería olvidar, pero no olvido. Debería perdonar, pero no perdono nada. Podría sentir, al menos, algo de cariño, pero no soy capaz de sentir ningún cariño. Es un extraño. No voy a echarle nunca de menos. A mi madre sí la echo de menos. La echo de menos cada día. A mi padre lo he olvidado ya, no me refiero al hombre que está ahí dentro muriéndose, a ése ni siquiera le conozco, sino al hombre que ha jugado un papel en mi vida, está olvidado y lejos. Bueno, eso no es verdad. Quisiera poder olvidarle.” Este fragmento concluye con un “epílogo” en 1990, es decir, veinte años después de la muerte de su padre y dieciocho antes de su propia muerte: “Le tiendo la mano y le pido perdón, ahora, hoy, en este instante.” Luego, en la media página restante del libro, vuelve a la escena del presente del relato que había abandonado. Hay tormenta y su padre y él se han refugiado en un corral. Cuando la lluvia amaina, ambos vuelven a montarse en la bici, pero caen en mitad del camino. “Cuando Pu (trasunto del propio Ingmar Bergman) se levanta apresurado, papá está inmóvil con una pierna debajo de la bici y la cabeza doblada hacia delante. Pu cree que está muerto.” Varias veces, durante el relato, el propio Pu ha afirmado desear la muerte de su padre. Aquí, por un instante, cumple su deseo. Luego, el padre se levante, se ríe con esa amabilidad que tan pronto suele tornarse en ira descontrolada y violencia, y ambos, padre e hijo, empujan juntos la bici con la rueda pinchada a la estación. bollullos (julio 2010). mi padre me llama a punto de coger un avión a barcelona. hablamos un par de minutos. hago de comer. pienso en él, en nosotros. supongo que es mentira, pero siento que me ha dicho más veces "te quiero" en el último año que en los 36 anteriores... a veces me cansa, a veces me da coraje, pero también le he dicho te quiero un buen puñado de veces en el útimo año (y lo sentía).me alegro de no haber tenido que esperar a estar a punto de morirme para decubrirlo. me acuerdo de un fandango: "no hay un hombre como dios ni mujer como maría, ni amor como el de una mare ni luz como la del día, y sombra la de un buen padre"

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