LA FAMILIA BIEN, GRACIAS
Es la familia un
bocado ideal para artistas de cualquier disciplina que se aventuren a hincarle
el diente. Lo malo es que plato tan apetitoso suele esconder alimentos que se
atragantan, o empachan. Y para desgracia de los comensales, la mayor de las
veces va sazonado con pócimas venenosas que dan por tierra con el atrevido
devorador que pretendía darse un festín.
La familia es un
excelente laboratorio. Dramáticamente se utiliza como espejo del momento, de
crisis, de convulsiones o alteraciones sociales, etc.. Pero también como un
microcosmos desde donde profundizar en un tema, pues gracias a las
posibilidades de relaciones, sentimientos y vidas entrelazadas de sus miembros
se pueden preparar cócteles explosivos.
Las familias se muestran
felices las tardes de fiesta, juegan en el parque, a veces pasean en bici o
toman chocolate con churros…; allá cada uno con sus gustos. Lo que es común a
todas las familias es la necesidad por fotografiarse sonrientes y alegres como
para anuncio dentífrico; después enmarcarán la foto en plata repujada y la
colocarán en lugar prominente de la salita de estar.
Entre los
variopintos modelos familiares actuales, a nuestro poeta dramático, David
Montero, no le preocupan las nuevas familias del mismo sexo, ni las doblemente desdobladas,
o de acogidas, o de adopción, o de cualquier otro merengue legislativo que se
nos venga encima. El poeta deja de lado el cuerpo a cuerpo y salta al interior,
para colarse al otro lado de la fotografía de la felicidad.
Y así poder indagar
en una de las grandes fallas de estos tiempos, y es: la falsificación de
nuestras propias vidas, dominados por la mentira, el engaño y el desamor.
El amor aletea en
torno a la familia de Insomnios, es
el sueño imposible que ninguno atrapa.
En Insomnios nuestra familia no puede
descansar, siempre alterada, sin dormir, sin encontrar el descanso, la salida.
El sueño no llega.
El amor no llega.
La búsqueda del
amor. Del descanso reparador.
El imposible.
Todos ocultan.
Todos mienten. Todos quisieran dormir, soñar, amar. El fracaso golpea duro en
los corazones, y por lógico rebote en sus vidas cotidianas, trabajo…
Las sombras
acompañan a nuestros héroes, y apenas los atisbamos en sus oscuridades. Luego,
tendremos que atravesar esa oscuridad para completar el mapa de la desazón.
Y el silencio, los
silencios, lo que no se dice, lo que no se sabe, lo que no se cuenta, el
terrible silencio. La esencia dramática del gran teatro de la segunda mitad del
siglo XX. Los perfiles del silencio que van tomando forma en el imaginario de
los espectadores y terminan convirtiéndose en griteríos, llamadas, aullidos de
desesperación. Qué grande, qué importantes los silencios, marcados o no por el
autor, los que se sienten, los que sobrevuelan el drama.
Están los
personajes en un espacio cerrado, apenas dibujado por mínimos elementos
escénicos, claros y contundentes, marcas sígnicas para un espacio escénico
donde luces y sombras, intentarán concretarnos un recorrido por los laberintos
de los personajes.
Estructura
fragmentada que se recompone con contundentes y trabados microdramas que nos arrastran
del sueño pesadilla a la realidad del desvelo. A unos ojos que se reconocen
solos en la oscuridad.
Volvemos a la
soledad, ay la soledad, cada día más aprisionados en sus cadenas.
No hay un tiempo ni
un lugar geográfico concreto. El poeta con gran acierto nos coloca fuera de
localizaciones y épocas para dejar a sus personajes desnudos y lanzarlos hacia
las emociones, único terreno donde les está permitido existir.
Es este un texto
significativo dentro de la dramaturgia del no. El no, no sólo pasa a ser motivo
de acción sino el basamento en que se asientan los personajes. Niegan, niegan.
Encerrados, perdidos en un paraje agobiante de negaciones que marcan su mundo cerrado
y opaco.
Después de todo
sabemos que al otro lado de la familia, en el reverso de esa fotografía nos
encontramos el reflejo de nuestras propias falsificaciones.
El teatro de David
Montero, se va tornando más estilizado, con un aliento poético del silencio,
definido, limpio y concreto. Una excelente dramaturgia que desde Andalucía rompe
las barreras localistas, alejando tópicos y humorismos convencionales, para mirar
descaradamente hacia el actual teatro europeo.
Alfonso Zurro
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