Nadia, el peso leve
Una jauría de peta-zetas anida en su barriga. Se pellizca las yemas-uñas con pinzas de la ropa como hacía de chica; supongo que la ayudaban a volar y no, demasiado alto; ¿o se trataría de otro jugar a ser mayor? Discordia de pensamientos y sentidos aventados.
El desasosiego, las drogas blandas, las recetadas, el maullido del silencio. Azoteas como obligado destierro la transportan de un punto a otro, de un instante a otro, de una sensación a otra donde quedarse a vivir un rato. Los dientes de sierra de la alegría y su reverso.
Amar su sombra como todas y cada una de las sombras que la habitan. Vacilantes y frágiles, las galerías de la mina que trata de iluminar fósforo a fósforo.
De la luz a la sombra, de la sombra a la luz.
En sus matices, un catálogo de máscaras.
Beatriz Montero
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