domingo, noviembre 02, 2008

25 de mayo o truman capote

- ¿Cómo conociste a la ameba? - No la conocí. - ¿Cómo? - No lo sé. Si la hubiera conocido, habría sido porque me la habría encontrado alguna vez en el supermercado y me habría fijado en ella. - ¿Por qué? - No lo sé. - ¿Por qué? - Si lo hubiera hecho habría sido porque se hubiera parado en mitad de los pasillos tratando de recordar qué tenía que comprar o decidiéndolo en ese momento. Y porque en esas tontas encrucijadas, juntos a los berberechos o la lejía, habría sostenido amplios diálogos consigo misma sobre lo conveniente de comprar guisantes o naranjas. - ¿Y luego? - Nada. - ¿Y más tarde que luego? - Supongo que algún día nos habríamos saludado o yo le hubiera pedido un cigarro y nos habríamos tomado un café o una cerveza o le habría ayudado a decidir que naranjas y no berberechos; y alguna vez ella me habría acompañado a casa o nos habríamos llamado por teléfono y ella me habría enseñado sus libros, los que no había escrito y nos habríamos reído de ellos. - ¿De los libros? - De ellos. - ¿Ellos? - Sí, ellos. - ¿Quiénes? - ¿Quiénes qué? - ¿Qué? - Sí. - ¿Quiénes son ellos? - ¿Quiénes? - Eso. - Yo qué sé. - ¿Y? - Etcétera. - ¿Y después? - Un día decidió que ya estaba bien. - ¿Y? - Y se fue, claro. - ¿Dónde? - ¿A Sánlucar de Barrameda? No sé. - ¿Pero antes? - Antes lo que le he contado. - ¿Qué? - Risas, cigarros, libros, miradas, naranjas. Ya sabe.

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