martes, octubre 12, 2010

La cara B del flamenco (TO BE CONTINUED... O NO)

Pequeño ensayo diletante alrededor de los asuntos en los que el autor piensa mientras inventa el espectáculo.

Time present and time past

Are both perhaps present in time future

And time future contained in time past.

T. S. Elliot

I

(El flamenco de habitación

Hay otro flamenco que no ocurre en los escenarios. Ocurre en las habitaciones de las casas donde aficionados anónimos escuchan en soledad y con veneración casi religiosa las grabaciones del pasado. En ellas, no es raro que el aficionado salude cierto tercio con un ole o que haga compás (no siempre correcto pero siempre apasionado) como un palmero más.

¿Qué se busca en esas grabaciones?

Sin duda, el puro placer estético del cante y el toque en manos de aquellos de los grandes a los que la cronología y las circunstancias salvaron del silencio.

¿cómo cantaría aquel Silverio?

dicen que se erizaban los cabellos, y se abría el azogue de los espejos.

Pero también una cierta arqueología del sentimiento, la nostalgia de un paraíso perdido a cuya incierta sombra aferrarse como clavo ardiendo.

En esta era de la post-reproducción técnica en el arte (y en todo lo demás), con la consiguiente pérdida de aura constatada por Benjamin, seduce este fenómeno de reapropiación de un aura otra que tienen las grabaciones flamencas. Y no es que el fenómeno no sea explicable: un arte de transmisión oral que, amén de otras muchas cosas, es fundamentalmente una música, necesita esas grabaciones para la praxis, pero también, casi más que para lo anterior, para la mitología particular que ha ido desarrollando en su siglo y medio largo de vida. Pero no es lo explicable lo que da la medida de lo interesante.

II

(La estampa y la vida.)

El flamenco surge a mitad del siglo XIX en un momento en que “España y sobre todo Andalucía supo presentarse y representarse a los ojos de los románticos de todo el mundo con los rasgos que efectivamente ellos esperaban ver al pisar sus tierras”[1]. De este modo, lo orgánico y lo artificioso se confundieron hasta hacerse uno, es decir, la realidad copia a la estampa y, en el mismo momento, llena esa estampa de un contenido cierto, y muchas veces inconsciente, que la supera y la fulmina. Este mecanismo, con sutiles diferencias, se mantiene hasta el presente.

La estampa solicitada se caracteriza por la espontaneidad, la gracia o su reverso trágico, la exhibición de sentimientos íntimos y extremos, primitivismo,…

He aquí la paradoja: cómo preparar lo espontáneo, cómo hacer fotogénica la tragedia.

Luis Clemente contesta, parafraseando a Pessoa:

El cantaor es un fingidor:

Finge tan completamente

Que hasta finge que es dolor

El dolor que en realidad siente[2].

En esta tensión entre lo verdadero fingido y lo fingido verdadero, entre la estampa y la vida, se ha movido siempre el flamenco y, hasta hoy, ha salido airoso de los evidentes peligros que ello encierra.

[1] Steingress, Gehard: Sobre flamenco y flamencología.

[2] Clemente, Luis. Flamenco de evolución. Donde dice cantaor, póngase bailaor o guitarrista. Y, por supuesto, sus correspondientes femeninos quien sienta necesario ponerlos.

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