sábado, febrero 03, 2007

por fin

Se cuenta que cierto aficionado conservaba una grabación casera de María la Moreno, cantaora jerezana de principios de siglo que acuñó un estilo de bulerías por soleá que aún está vigente. Ante su repetida negativa a dejar que esa grabación fuera convenientemente traslada a un formato más fiable, otro aficionado ideó un plan para hacerlo: le pidió que le dejara escuchar la mítica bulería (cosa a la que, al parecer, el hombre sí accedía gustoso), llevando oculto un walki-talkie de la época. La transmisión del cante funcionó tan bien como la tecnología de entonces permitía y, en ella, se escuchaba lejanísimo el cante de La Moreno (que ya se escuchaba mal en el original) aderezado por los comentarios y olés del orgulloso dueño del tesoro. Más tarde, un incendio en casa del aficionado destruyó el original, por lo que sólo queda como testimonio esa grabación clandestina e imperfecta. Este episodio ilustra a la perfección el juego de fetichismo y aura recuperada que tienen tantas grabaciones flamencas. De algún modo, la grabación de la grabación, al ser lo único que el azar y el tiempo han decidido rescatar de la nada, adquiere ese aura que, en principio, sólo debería tener el original.