sábado, abril 18, 2009

la ameba y los curtinosi

pasa el tiempo, pasa la vida, como dice la sevillana y la ameba se esconde y se olvida de que es ameba. pero al relente de alguna mañana inútil se mira al espejo y sorprende en el espejo su imagen de ameba tranquila o desconsolada la ameba soñó con su amante una noche que ya no recuerda, hace tanto, hace tanto, hace tanto, que no hace nada. porque qué son los días, qué autoridad tienen las manecillas del reloj, qué pueden ante los besos y el recuerdo de la piel amada. por eso, la ameba los deja pasar (los días los minutos) en busca de un sosiego que no existe y resbala por la indiferencia y la amargura como un caracol por el espejo. la ameba se escapa de la vida y medita largamente frente a las ventanas cerradas. no sabe qué sea la tristeza pero conoce el dolor. la ameba repite palabras sin sentido como caléndula o clepsidra o rimianante o curtinosi. entre ellas, se desliza como una flor o una lágrima un nombre: ...

lunes, abril 13, 2009

la perspectiva camarera: la vida desde el otro lado de la barra

hay un cliente que viene a diario: 45 años (?), gordete que no gordo (mu doble que dicen las mares). pide una de estas tres cosas invariablemente: opción a, menta poleo; opción b, ballantines solo en vaso ancho con hielo (poco) y un chorrito de agua del grifo; opción c, una tapa de queso y un vaso de agua. siempre viene solo, sobra decirlo. y cuanto entra por la puerta me saluda por mi nombre (qué tal, david) e igualmente con los compañeros que estén. si en el bar empieza a currar alguien nuevo, inmediatamente pregunta su nombre. ¿cómo se llama la muchacha nueva? se lo aprende y nunca lo olvida. es del sevilla, como yo. tenemos breves conversaciones sobre fútbol:
- ¿vas a ver el sevilla hoy? -dice él.
- no creo -respondo yo.
- yo llevo a mi sobrino al campo -añade.
o bien:
-yo lo veré ahí en frente.
no saca conversaciones de donde no las hay ni alarga demasiado las que salen.
el otro día le pregunté su nombre a otro camarero y no lo sabía. luega a otro y tampoco. en realidad, nadie sabe su nombre, pero él sabe el de todos.
hoy estuvo en el bar. se decantó por la opción c.

lunes, abril 06, 2009

la perspectiva camarera

trabajando enn el bar, llega unm hombre: cuarenta y cinco años, moreno, bajito, cara de pueblo de alrededor de sevilla (bormujos, umbrete,...), ese especimen sevillano moreno con ojos verdes (no necesariamente guapo, pero a veces) del que (perdón por el "campo semántico" en que me meto) sería paquirri. el hombre se planta en la esquina de la barra y se queda quieto, muy serio. yo lo miro mientras preparo el café con leche con esa envidiable apertura visual que te da trabajar tras la barra, la pespectiva camarera. en la mano lleva una bolsa que no aprecio bien desde lejos. llevo el café (con leche, largo de café, con la leche templadita...) y me piden otro, por el camino miro al hombre que me mira y no me pide. preparo el café y allí sigue: quito y serio con su bolsa de lo que fuere a la altura del pecho; un poco mostrándola, un poco abrazándola.
pongo el siguiente café (cortado, con muy poca leche, "casi ni bautizado" -sic-) y ya me acerco al hombre y le pregunto qué quiere:
- ¿cafelito?
el hombre niega.
hay un silencio pequeño como un gesto. el hombre muestra el paquete y dice o recita:
- picos la fábrica. los mejores del mundo desde 1942.
hay otro silencio que rompe un cliente: cuando pueda, por favor.
yo ignoro al otro cliente y le pregunto al hombre quieto:
- ¿me está vendiendo usted los picos?
él asiente.
- yo no puedo comprar, compra el encargado y no está.
- vale, adiós.
- hasta luego.
el día sigue hasta que a la diez llega el cambio de turno. como cada día, me tomo una cerveza y me voy a casa.