miércoles, septiembre 24, 2014

EL SUR



ayer hicimos la lectura escénica de INSOMNIOS, un drama familiar que escribí hace unos años. 
como en todas mis noches de estreno (y da igual que sea en el maestranza que en el cachorro), me puse de los nervios. después de la lectura, algunos vinieron a decirme que la historia de esa familia le recordaba a la suya propia, que les había tocado, me dijeron cosas hermosas que recibí con orgullo y pudor. esta mañana, han llegado algunas palabras más al respecto por escrito. y, con ellas, vuelven el orgullo y el pudor.
pero no escribiría si fuera eso todo lo que hubiera ocurrido. anoche, de vuelta para casa, andando por las calles, una anciana me llamó desde el bajo de la ventana de en frente. me acerqué y comprobé que la mujer tenía una crisis nerviosa. era imposible razonar con ella. estuvo a punto de caerse un par de veces. estaban conmigo javi y noe. intentamos convencer a la mujer de que se sentara, pero no había manera. su discurso era incoherente: saltaba de decir que le acababan de pegar a que avisáramos a su hijo rafalito que vivía en frente (y señalaba a un bar cerrado) o preguntarnos que si javi o yo éramos novios de maría. por fin, descubrimos un papel pegado en la ventana con los números de teléfonos de sus hijos. y llamamos al primero. llamó noe. al saber que su madre estaba teniendo una crisis nerviosa, ese hijo dijo que él vivía en un pueblo y no podía ir. también dijo que no se hablaba con su hermano, que lo llamáramos nosotros y colgó. 
¡y colgó! 
colgó.
colgó.
colgó.
(podría escribirlo cien veces como cuando nos castigaban de niños y no daría idea de la perplejidad y el horror que me causó y me causa). 
llamamos al otro hermano y no lo cogía. 
terminé llamando a la policía. mientras javi y noe consiguieron que la señora se sentara. así que mi noche de insomnios terminó así, dando testimonio a la policía y yéndonos de allí con una pena infinita ante tal nivel de crueldad: cómo puede un hijo colgar el teléfono y volverse a la cama cuando un desconocido le llama y le dice que su madre está pidiendo auxilio.
esta mañana he sabido que ha muerto adelaida g. morales, que escribió el relato en que se basa esa película maravillosa (el sur) que cuenta la historia de una niña fascinada por su padre, un tipo callado y triste. éste, como el padre del padre de insomnios, se quita la vida al final de la película. me cuenta un amigo que adelaida murió pobre y parece que recogida por un hijo porque últimamente su cabeza no iba tan bien como había ido. yo ya siempre la imaginaré con el rostro de la anciana que anoche me pidió auxilio.
pensé mi obra sobre las familias, en esa familia en la que un hijo cuelga tras decirle a una desconocida que llame ella a su hermano, pensé en adelaida y su hijo.
la familia, ese entramado.
el teatro, ese mecanismo.
la vida, esa cosa.


por cierto, que la noche ha contado también desde otra perspectiva y con su talento habitual la noe. fusilo sus palabras, aquí tal cual con su copia y pega porque lo ha publicado en facebook y no sé cómo enlazarlo.

Anoche lo pasé realmente bien. Un baño de realidad que sabía a regaliz. No sé muy bien qué pasa. Pero algo tiene que estar pasando cuando me gusta no saber nada, y sin embargo, estoy sabiendo. Por muy contradictorio que pueda parecer, hacer teatro, tomar cervezas, hablar sobre garbanzos que se restriegan sexuales sobre un cuerpo, auxiliar a una anciana y no tener autobús a las 2:00 de la madrugada, supuso bajar a la tierra. Besar adoquines. Recordar qué. Ver, al fondo, muy al fondo, un "para qué" con forma de unicornio y de tiburón. Aún no he consigo cogerlos, pero terminaré rompiendo cristales.
Para eso es que me parieron.

Ahora sólo se que estoy aquí.
Que estoy aquí y que los demás también lo están.
Que si salgo volando por los aires, tengo un colega dramaturgo que me salvará del impacto contra el suelo.
Y que si tengo hambre, tengo un colega dramaturgo que me pelará una manzana a las 3:00 de la madrugada y me hará reír hasta que me de la gana (normalmente me da la gana a mí de ciertas cosas).
Si me pica el codo, tengo unas uñas que pa qué.
Van a tener razón con eso de "vámonos, que nos vamos". Sobre todo en las calles con prioridad para el peatón. Cosa que solo saben dos o tres, o uno, pero muy alto.
Gracias a todo el elenco de Insomnio. Que sean muchas más destrucciones familiares.
Y gracias a las tostadas con queso de untar y la mermelada de fresa,
ustedes sí que saben.



jueves, septiembre 18, 2014

LA FAMILIA BIEN, GRACIAS


Es la familia un bocado ideal para artistas de cualquier disciplina que se aventuren a hincarle el diente. Lo malo es que plato tan apetitoso suele esconder alimentos que se atragantan, o empachan. Y para desgracia de los comensales, la mayor de las veces va sazonado con pócimas venenosas que dan por tierra con el atrevido devorador que pretendía darse un festín.

La familia es un excelente laboratorio. Dramáticamente se utiliza como espejo del momento, de crisis, de convulsiones o alteraciones sociales, etc.. Pero también como un microcosmos desde donde profundizar en un tema, pues gracias a las posibilidades de relaciones, sentimientos y vidas entrelazadas de sus miembros se pueden preparar cócteles explosivos.

Las familias se muestran felices las tardes de fiesta, juegan en el parque, a veces pasean en bici o toman chocolate con churros…; allá cada uno con sus gustos. Lo que es común a todas las familias es la necesidad por fotografiarse sonrientes y alegres como para anuncio dentífrico; después enmarcarán la foto en plata repujada y la colocarán en lugar prominente de la salita de estar.

Entre los variopintos modelos familiares actuales, a nuestro poeta dramático, David Montero, no le preocupan las nuevas familias del mismo sexo, ni las doblemente desdobladas, o de acogidas, o de adopción, o de cualquier otro merengue legislativo que se nos venga encima. El poeta deja de lado el cuerpo a cuerpo y salta al interior, para colarse al otro lado de la fotografía de la felicidad.

Y así poder indagar en una de las grandes fallas de estos tiempos, y es: la falsificación de nuestras propias vidas, dominados por la mentira, el engaño y el desamor.

El amor aletea en torno a la familia de Insomnios, es el sueño imposible que ninguno atrapa.

En Insomnios nuestra familia no puede descansar, siempre alterada, sin dormir, sin encontrar el descanso, la salida.

El sueño no llega. El amor no llega.

La búsqueda del amor. Del descanso reparador.

El imposible.

Todos ocultan. Todos mienten. Todos quisieran dormir, soñar, amar. El fracaso golpea duro en los corazones, y por lógico rebote en sus vidas cotidianas, trabajo…

Las sombras acompañan a nuestros héroes, y apenas los atisbamos en sus oscuridades. Luego, tendremos que atravesar esa oscuridad para completar el mapa de la desazón.

Y el silencio, los silencios, lo que no se dice, lo que no se sabe, lo que no se cuenta, el terrible silencio. La esencia dramática del gran teatro de la segunda mitad del siglo XX. Los perfiles del silencio que van tomando forma en el imaginario de los espectadores y terminan convirtiéndose en griteríos, llamadas, aullidos de desesperación. Qué grande, qué importantes los silencios, marcados o no por el autor, los que se sienten, los que sobrevuelan el drama.

Están los personajes en un espacio cerrado, apenas dibujado por mínimos elementos escénicos, claros y contundentes, marcas sígnicas para un espacio escénico donde luces y sombras, intentarán concretarnos un recorrido por los laberintos de los personajes.

Estructura fragmentada que se recompone con contundentes y trabados microdramas que nos arrastran del sueño pesadilla a la realidad del desvelo. A unos ojos que se reconocen solos en la oscuridad.

Volvemos a la soledad, ay la soledad, cada día más aprisionados en sus cadenas.

No hay un tiempo ni un lugar geográfico concreto. El poeta con gran acierto nos coloca fuera de localizaciones y épocas para dejar a sus personajes desnudos y lanzarlos hacia las emociones, único terreno donde les está permitido existir.

Es este un texto significativo dentro de la dramaturgia del no. El no, no sólo pasa a ser motivo de acción sino el basamento en que se asientan los personajes. Niegan, niegan. Encerrados, perdidos en un paraje agobiante de negaciones que marcan su mundo cerrado y opaco.

Después de todo sabemos que al otro lado de la familia, en el reverso de esa fotografía nos encontramos el reflejo de nuestras propias falsificaciones.

El teatro de David Montero, se va tornando más estilizado, con un aliento poético del silencio, definido, limpio y concreto. Una excelente dramaturgia que desde Andalucía rompe las barreras localistas, alejando tópicos y humorismos convencionales, para mirar descaradamente hacia el actual teatro europeo.


Alfonso Zurro








sábado, septiembre 13, 2014


INSOMNIOS
Recuerdo de algunas conversaciones privadas
y tres pesadillas


con
MANUEL MONTEAGUDO
MARGA REYES,
MERCEDES BERNAL
SALUD ANGULO
NOELIA GUTIÉRREZ
DESIRÉE TELLO.
Texto y dirección: DAVID MONTERO

SALA EL CACHORRO
MARTES 23 DE SEPTIEMBRE

21h Entrada libre

miércoles, septiembre 10, 2014

Sobre el duende ( a una pregunta de María en los Jardines de Murillo)




Pero ¿qué es el duende? 
La pregunta se me quedó ahí en la cabeza. Pensé en la respuesta que di, porque di una respuesta, claro: siempre tengo una respuesta, una teoría para cada ocasión; y pensé que las teorías no son sino máscaras, diques que levanto entre la realidad y yo. 

La realidad. 
Yo. 
Intento ahora exponerme, por encima de mis prejuicios respecto a la literatura buena y mala que se ha hecho en torno a esa palabra, duende, y de la sospecha de que demasiadas veces es una excusa, un engaño, un mito del que sacar rendimiento.

Recuerdo mi primer encuentro con la palabra “duende”, en el prólogo de aquella edición del Romancero gitano y el Poema del cante jondo que leí a los quince años, deslumbrado por ese disco de Camarón que me hizo caer enamorado del cante flamenco desde entonces y (ésta es de las pocas cosas seguras que tengo en esta vida) para siempre. Para mi siempre, claro. En ese prólogo, estas palabras de Lorca: “Entonces La Nina de los Peines se levantó como una loca, tronchada igual que una llorona medieval, y se bebió de un trago un gran vaso de cazalla como fuego, y se sentó a cantar sin voz, sin aliento, sin matices, con la garganta abrasada, pero... con duende. Había logrado matar todo el andamiaje de la canción para dejar paso a un duende furioso y abrasador, amigo de vientos cargados de arena, que hacía que los oyentes se rasgaran los trajes (…) La Niña de los Peines tuvo que desgarrar su voz porque sabía que la estaba oyendo gente exquisita que no pedía formas, sino tuétano de formas, música pura con el cuerpo sucinto para poder mantenerse en el aire. Se tuvo que empobrecer de facultades y de seguridades; es decir, tuvo que alejar a su musa y quedarse desamparada, que su duende viniera y se dignara luchar a brazo partido. ¡Y cómo cantó! Su voz ya no jugaba, su voz era un chorro de sangre.” Y también las citas de otros nombres míticos: Manuel Torre, Tomás Pavón, Silverio,… y me veo con dieciséis años, encerrado en mi cuarto, escuchando vinilos que eran reediciones de discos de pizarra en las que la voz del cantaor se abría paso entre el ruido y la precariedad de la tecnología de la época. Y yo las escuchaba buscando el duende, claro. Queriendo reconocerlo en algún tercio del cante, en esas letras que me hablaban de desdichas insostenibles, amores y odios extremos:

A qué niegas el delirio

Que tienes con mi persona. 
Le das martirio a tu cuerpo,
Tu te estás matando solas; 
Y yo pasando tormentos.

Desgraciaíto vivo

Hasta en el andar, 
Que los pasitos que daba palante
Se vuelven patrás.

En un cuartito los dos,
veneno que tú tomaras
veneno tomaba yo.

Y así, esa emoción privada que surgía a veces, de ese hombre o esa mujer que me contaba su historia sólo a mí, gemelo de sus desdichas y su soledad, me recordó a otras: el golpe en el pecho que sentí al llegar a la sala del Prado donde está El descendimiento de Van der Weyden, la necesidad de cerrar el libro en mitad o al final de un poema: 

Sucede que me canso de ser hombre.

Sucede que entro en las sastrerías y en los cines

marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro

navegando en un agua de origen y ceniza.

O aquel paseo suave en el que el tiempo cristalizó al salir del 
Corona Center después de haber visto La voz de la luna, 


las lecturas y relecturas de Rayuela, de Sobre héroes y tumbas, del Cuarteto de Alejandría... 

Estoy hablando de mí hace 23 años, más de media vida, de mi necesidad de encontrar sentido o, al menos, consuelo a ese desconcierto que me era (¿me era?) la vida.

No sé qué es el duende, pero debe parecerse a esto sobre lo que ya hablé en el post o periquito anterior.



y ya puestos, sigo sin saber del duende y estos vídeos no me lo van a explicar tampoco. pero yo disfruto con ellos. así que igual hay alguno por ahí que también. 






ya paro, ya paro...
resumen: 
1.- ni puta idea de qué es el duende, aunque intuyo algo: tiene que ver con eso desconcierto, con la necesidad de sentido y con el deseo de trascendencia y con lo dionisíaco.
2.- amo el flamenco. 
3.- las explicaciones son inevitables.

miércoles, septiembre 03, 2014

EL DUENDE




camarón con 17 años en la feria de málaga. 
sonido pa los perros 
gente que habla
 y tal. 
pero canta como no he oído yo cantar en los días de mi vida. 
no lo oigo muy seguido
porque me araña.
no sé si el duende existe.
pa mí es esto,
o sea, lo escucho y soy feliz y triste al mismo tiempo, 
y tengo 41 años 
y a la vez tengo 2 años 
y también 80
y estoy a punto de nacer
y estoy a punto de morir
y puedo ver a todos mis antepasados en fila 
con sus lágrimas y sus alegrías, 
y esa voz duele 
y consuela
y es irremediable.

https://www.youtube.com/watch?v=idJcaOnHTTU