canciones de amor

Julieta se concentra, trata de cantar una canción, pero lo que suena es una extraña improvisación desafinada. Romeo se ha sentado en el suelo y sigue retorciendo y mordiendo su camisa con desesperación creciente.
Julieta. Mírame. Por favor. Deja eso y mírame. Que me mires, coño. No me engañas, no me estás engañando, sé que me escuchas perfectamente, pero es más cómodo agarrarte la camisa y mirar al suelo como tu forma de echarme la culpa, pero la culpa de qué, de qué coño tengo yo la culpa. Dímelo, dímelo. (Agarra a Romeo.) No hay canciones, no las hay. Silbo cada día, canto en la ducha y mirándome al espejo, canto aquí dentro y ahí fuera, pero no recuerdo nada. Nada. Y estoy cansada, cansada de este juego, cansada de la inutilidad, del desconcierto, de los ojos turbios con que me miras, de la inercia, de la ropa que encuentro en los camerinos y me pongo, de este escenario, de los focos que me deslumbran, de hacer de esta cama una cama, de esta madera una pared, de no saber si esto es un sueño y he olvidado el resto de mi vida o ésta es la única vida que tengo. Estoy cansada de mirarte y luego cerrar los ojos para inventar que alguna vez fuimos felices. No sé quién eres. Ni tú sabes quién soy. No sé qué hacemos aquí. No quiero inventarme recuerdos con la esperanza de que alguno sea una canción de amor. No hay canciones, no las hay. Se han acabado, han muerto, y tú y yo no las vamos a resucitar.
Romeo grita. Es un grito prolongado y carente de toda desesperación, un grito neutro. Silencio.
Romeo. No sé qué te parece, pero yo creo que llegados a este punto, lo mejor es separarse.
Julieta. (Recompuesta.) Yo pienso igual.
Romeo. ¿Entonces?
Julieta asiente, Romeo camina en círculos alrededor de Julieta. Al terminar el tercero, vuelve al mismo sitio. Se miran.
Romeo. Llegados a este punto….
Julieta. Así es.
Romeo. Adiós.
No se mueve. Deja transcurrir el mismo tiempo que el que tardó en dar las vueltas.
Romeo. Llegados a este punto en que me encuentro…
Julieta. En el que nos encontramos.
Romeo. Eso, en el que nos encontramos.
Romeo da vueltas. Se detiene.
Julieta. ¿Has terminado?
Romeo. Estoy mareado.
Julieta. No me extraña.
Pausa.
Julieta. ¿Qué piensas?
Romeo. Poca cosa.
Julieta. Normal. ¿Qué…? (Se interrumpe.)
Romeo. Dilo.
Julieta. No.
Romeo. No te tragues las palabras.
Julieta. Yo…
Romeo. Ánimo.
Julieta. Te odio.
Romeo. Por fin.
Julieta. ¿Y tú? ¿Qué sientes?
Romeo. No te quiero.
Julieta. ¿Me odias?
Romeo. Seguramente.
Julieta. O sea, que eso está claro, por fin eso ha quedado claro. Pero ése no es el tema, ésa no es la pregunta, la pregunta es desde cuándo. Ni siquiera desde cuándo, tampoco es eso lo que importa. Lo que importa es que las canciones han muerto y tú y yo estamos encerrados en esta habitación intentando hacer una canción, una canción de amor, qué digo hacer una canción, nos basta con encontrar un recuerdo, inventar una escena para que alguien ahí fuera quiera hacer una canción, rebuscando en un pasado que no tuvimos o que hemos borrado a fuerza de inventarlo. Pero quizá tampoco es eso lo que importa, lo que importa es por qué, ¿qué digo por qué? Lo que pasa es que no importa nada, que los días transcurren y tú y yo nos miramos con odio desde hace semanas o años, que cada día nos hemos deseado la muerte. (Pausa.) ¿Habrá algo ahí fuera? Quiero salir.
Romeo vuelve a dar tres vueltas alrededor de Julieta. Vuelve a detenerse.
Julieta. ¿Qué es el odio? ¿Lo sabes? (Pausa.) Te diré algo: el odio no existe, no existe en absoluto. Y te diré algo más: tú no existes, yo no existo.
Romeo. Quizá.
Julieta. ¿Quizá?
Romeo. Sí.
Julieta. ¿Lo aceptas por fin?
Romeo asiente.
Julieta. Muy bien. Llegados a este punto, lo mejor es que nos separemos.
Romeo. Claro.
Julieta. Adiós.
Romeo y Julieta dan vueltas como derviches sonámbulos.
Romeo. (Mientras gira.) Llegados a este punto…
Julieta. (Igual.) Llegados, llegados, llegados,…
Paran. Se miran tambaleantes.
Julieta. ¿Dónde está el punto? ¿Está debajo de ti, debajo de mí, a mitad de camino ente tú y yo, en mi coño, en tu espalda, en el centro justo del escenario, en el lavabo imaginario de la habitación de este hostal?
Romeo. ¿Sabes una cosa?
Julieta. Sí.
Romeo. ¿Ah, sí?
Julieta siente.
Romeo. Pues dila.
Julieta. Si supiéramos cuál es el punto exacto, el sitio a donde llegar o desde el que medir, este escenario dejaría de ser un escenario y sería vida, pura vida, y yo iría al lavabo y me lavaría las manos de verdad y esto sería una habitación de hostal y tú y yo follaríamos y moriríamos de una canción de amor.
Silencio breve.
Romeo. ¿Nos suicidamos?
Julieta. Creí que nunca me lo ibas a pedir.
Romeo sale de escena y vuelve a entrar con una pistola.
Julieta. ¿Estaba en el lavabo?
Romeo. En el suelo, justo al lado.
Julieta. ¿Qué has hecho ahí fuera?
Romeo. Encendí un cigarro.
Julieta. Y lo apagaste. ¿La pistola es de mentira?
Romeo. Por supuesto. Pero mata.
Julieta. ¿Qué?
Romeo. Personajes. (Pausa.)
Julieta. ¿Crees que habrá alguien mirando?
Romeo. Llegados a este punto, lo mejor es no saberlo. Es más, llegados a este punto importa más bien poco. (Pausa.) ¿Y bien?
Julieta. Cuando guste.
Romeo ofrece la pistola a Julieta y ésta la bese solemnemente. Julieta ofrece su mano y Romeo la besa. Luego, se dispara y cae muerto.
Julieta. Qué fácil es hacer felices a quienes nos rodean.
Coge la pistola y contempla el cadáver.
Julieta. Eres tan bello muerto como vivo. ¿Qué será de mí sin ti?
Se dispara. Cae muerta junto a Romeo. Suena “Romeo y Julieta” de Prokofiev. Se hace un silencio brusco. Romeo y Julieta se levantan, se dan la mano y salen cada uno por un lateral.
No hay oscuro.
fragmento de la obra breve del mismo título de david montero