lunes, septiembre 29, 2008

canciones de amor

Julieta se concentra, trata de cantar una canción, pero lo que suena es una extraña improvisación desafinada. Romeo se ha sentado en el suelo y sigue retorciendo y mordiendo su camisa con desesperación creciente. Julieta. Mírame. Por favor. Deja eso y mírame. Que me mires, coño. No me engañas, no me estás engañando, sé que me escuchas perfectamente, pero es más cómodo agarrarte la camisa y mirar al suelo como tu forma de echarme la culpa, pero la culpa de qué, de qué coño tengo yo la culpa. Dímelo, dímelo. (Agarra a Romeo.) No hay canciones, no las hay. Silbo cada día, canto en la ducha y mirándome al espejo, canto aquí dentro y ahí fuera, pero no recuerdo nada. Nada. Y estoy cansada, cansada de este juego, cansada de la inutilidad, del desconcierto, de los ojos turbios con que me miras, de la inercia, de la ropa que encuentro en los camerinos y me pongo, de este escenario, de los focos que me deslumbran, de hacer de esta cama una cama, de esta madera una pared, de no saber si esto es un sueño y he olvidado el resto de mi vida o ésta es la única vida que tengo. Estoy cansada de mirarte y luego cerrar los ojos para inventar que alguna vez fuimos felices. No sé quién eres. Ni tú sabes quién soy. No sé qué hacemos aquí. No quiero inventarme recuerdos con la esperanza de que alguno sea una canción de amor. No hay canciones, no las hay. Se han acabado, han muerto, y tú y yo no las vamos a resucitar. Romeo grita. Es un grito prolongado y carente de toda desesperación, un grito neutro. Silencio. Romeo. No sé qué te parece, pero yo creo que llegados a este punto, lo mejor es separarse. Julieta. (Recompuesta.) Yo pienso igual. Romeo. ¿Entonces? Julieta asiente, Romeo camina en círculos alrededor de Julieta. Al terminar el tercero, vuelve al mismo sitio. Se miran. Romeo. Llegados a este punto…. Julieta. Así es. Romeo. Adiós. No se mueve. Deja transcurrir el mismo tiempo que el que tardó en dar las vueltas.
Romeo. Llegados a este punto en que me encuentro… Julieta. En el que nos encontramos. Romeo. Eso, en el que nos encontramos. Romeo da vueltas. Se detiene. Julieta. ¿Has terminado? Romeo. Estoy mareado. Julieta. No me extraña. Pausa. Julieta. ¿Qué piensas? Romeo. Poca cosa. Julieta. Normal. ¿Qué…? (Se interrumpe.) Romeo. Dilo. Julieta. No. Romeo. No te tragues las palabras. Julieta. Yo… Romeo. Ánimo. Julieta. Te odio. Romeo. Por fin. Julieta. ¿Y tú? ¿Qué sientes? Romeo. No te quiero. Julieta. ¿Me odias? Romeo. Seguramente. Julieta. O sea, que eso está claro, por fin eso ha quedado claro. Pero ése no es el tema, ésa no es la pregunta, la pregunta es desde cuándo. Ni siquiera desde cuándo, tampoco es eso lo que importa. Lo que importa es que las canciones han muerto y tú y yo estamos encerrados en esta habitación intentando hacer una canción, una canción de amor, qué digo hacer una canción, nos basta con encontrar un recuerdo, inventar una escena para que alguien ahí fuera quiera hacer una canción, rebuscando en un pasado que no tuvimos o que hemos borrado a fuerza de inventarlo. Pero quizá tampoco es eso lo que importa, lo que importa es por qué, ¿qué digo por qué? Lo que pasa es que no importa nada, que los días transcurren y tú y yo nos miramos con odio desde hace semanas o años, que cada día nos hemos deseado la muerte. (Pausa.) ¿Habrá algo ahí fuera? Quiero salir. Romeo vuelve a dar tres vueltas alrededor de Julieta. Vuelve a detenerse. Julieta. ¿Qué es el odio? ¿Lo sabes? (Pausa.) Te diré algo: el odio no existe, no existe en absoluto. Y te diré algo más: tú no existes, yo no existo. Romeo. Quizá. Julieta. ¿Quizá? Romeo. Sí. Julieta. ¿Lo aceptas por fin? Romeo asiente. Julieta. Muy bien. Llegados a este punto, lo mejor es que nos separemos. Romeo. Claro. Julieta. Adiós. Romeo y Julieta dan vueltas como derviches sonámbulos. Romeo. (Mientras gira.) Llegados a este punto… Julieta. (Igual.) Llegados, llegados, llegados,… Paran. Se miran tambaleantes. Julieta. ¿Dónde está el punto? ¿Está debajo de ti, debajo de mí, a mitad de camino ente tú y yo, en mi coño, en tu espalda, en el centro justo del escenario, en el lavabo imaginario de la habitación de este hostal? Romeo. ¿Sabes una cosa? Julieta. Sí. Romeo. ¿Ah, sí? Julieta siente. Romeo. Pues dila. Julieta. Si supiéramos cuál es el punto exacto, el sitio a donde llegar o desde el que medir, este escenario dejaría de ser un escenario y sería vida, pura vida, y yo iría al lavabo y me lavaría las manos de verdad y esto sería una habitación de hostal y tú y yo follaríamos y moriríamos de una canción de amor. Silencio breve. Romeo. ¿Nos suicidamos? Julieta. Creí que nunca me lo ibas a pedir. Romeo sale de escena y vuelve a entrar con una pistola. Julieta. ¿Estaba en el lavabo? Romeo. En el suelo, justo al lado. Julieta. ¿Qué has hecho ahí fuera? Romeo. Encendí un cigarro. Julieta. Y lo apagaste. ¿La pistola es de mentira? Romeo. Por supuesto. Pero mata. Julieta. ¿Qué? Romeo. Personajes. (Pausa.) Julieta. ¿Crees que habrá alguien mirando? Romeo. Llegados a este punto, lo mejor es no saberlo. Es más, llegados a este punto importa más bien poco. (Pausa.) ¿Y bien? Julieta. Cuando guste. Romeo ofrece la pistola a Julieta y ésta la bese solemnemente. Julieta ofrece su mano y Romeo la besa. Luego, se dispara y cae muerto. Julieta. Qué fácil es hacer felices a quienes nos rodean. Coge la pistola y contempla el cadáver. Julieta. Eres tan bello muerto como vivo. ¿Qué será de mí sin ti? Se dispara. Cae muerta junto a Romeo. Suena “Romeo y Julieta” de Prokofiev. Se hace un silencio brusco. Romeo y Julieta se levantan, se dan la mano y salen cada uno por un lateral. No hay oscuro.
fragmento de la obra breve del mismo título de david montero

martes, septiembre 23, 2008

A. (A la farola.) Se me ha terminado la Coca-Cola. ¿Sabes? Siempre pasa lo mismo. Primero se derrite el hielo. Luego se termina la Cola y sólo te queda el whisky. Así que te echas uno solo. Sí, eso pasa. Eso pasa siempre. Es una puta mierda. Y se sabe de antes. ¿Y quieres saber lo que se hace? Nada, tía. Nada de nada. Te jodes. Te tomas por culo y le das el primer buche al whisky solo. Cuando se lo das, te arrepientes, porque sabe a pelo de huevo quemado. Así que te fumas un cigarro despacito. Y, cuando lo pisas, se te ha olvidado lo malo que estaba el puto whisky caliente y le das otro buche. Y te dan ganas de potar. Así que te haces un porro y te lo tomas con calma. El porro te da sed y bebes. Y ya no te parece que esté tan malo. No, hasta tiene su punto. Sí. Matas el porro y te bebes lo que queda de güisconsin. Sí. Entonces, te da la bajona, te entra el sudor frío y potas. Potas como un cabrón, como un maricón, como un carajote. Y te sientes el tío más desgraciado del mundo. Echas de menos a tu madre cuando te coge por la frente mientras echas toda la mierda. Luego se te pasa. Mandas a tu vieja al carajo y te enciendes un cigarro. (Se enciende un cigarro. Al darle la primera calada, vomita.) ¿Vale? ¿Vale o no vale? (Grita.) ¡Lamparito! ¡Lamparito!
david montero

lunes, septiembre 15, 2008

lobos y cuerdas

sueño con lobos.
lo pienso mientras fumo el primer cigarro del día
y bebo un té rojo.
ha muerto david foster wallace,
apareció ahorcado en su casa de x.
su esposa descubrió el cádaver
y llamó inmediatamente a la policía local.
eso dice la noticia de prensa.
estaba a punto de empezar a leerme
una novela suya.
era la novela de un vivo,
pero esta mañana es la novela de un muerto.
y eso seguirá siendo cuando abra sus páginas.
no voy a hablar del suicidio
ni del hombre como lobo para el hombre
(no sólo para otros hombres, sino también para sí mismo).
no voy a hablar de los lobos como animal de compañía.
no voy a hablar de la soledad.
no voy a hablar de nada.
voy a fumarme otro cigarro
y me iré al gimnasio
a olvidarme del lobo
y del dolor de david foster wallace
y del cigarro del lobo
y del gimnasio del dolor
y del lobo de david foster wallave
y del dolor.
del dolor.
imagen: david foster wallace

sábado, septiembre 06, 2008

diario de la ameba

1 de mayo o el cansancio La ameba se cansa mucho de ser una personita tan seria y tan triste en su cuaderno. No se reconoce. Su vida es mucho más divertida y mucho más dura que ese apacible estado de digna desesperación. Por eso, la ameba subraya y luego copia tres anotaciones hechas en papeles sueltos y los llama cuentos verídicos: 7 de mayo o las gestiones La ameba se levanta temprano, hoy sí, y va al INEM. Le dan un papel y sale. La ameba vomita en la puerta. No lo puede evitar, después de cada gestión tiene que vomitar. Ésta es una mañana de gestiones. A la ameba no le disgustan las mañanas de gestiones. A la ameba le gustan las mañanas de gestiones. Lo que pasa es que vomita.
10 de mayo o los picos La ameba, algunos días, se siente toda una artista. Estos días, la ameba no se levanta de la cama y escucha a Glenn Gould tocando a Bach. Pero no era eso. Otra mañana de gestiones. Quizá por culpa de esas mañanas en que no se levanta, otras veces hace cosas que luego hace pasar por obras de arte y que, alguna vez, incluso le pagan. En fin, la ameba hizo un trabajo cultural que le deben, bueno, no se lo deben entero, sino que le deben, vamos, hay un resto que le queda por cobrar, un fleco del contrato una diferencia de criterios una confusión entre bruto y neto una mala jugada del IRPF o, como dice muy hábilmente la muchacha secretaria, un pico. Así que esa mañana la ameba va a la empresa que gestiona brutos, netos, flecos, IRPF y picos culturales. La ameba se sienta frente a la muchacha secretaria: - Vengo a por mi pico. La muchacha solemne y bonita mira a la ameba. - Un momentito, por favor. La muchacha secretaria revuelve en una carpeta y le da un papel llamado cheque o talón porque, aunque sea un pico, es un pico gestionado. La ameba se despide de la muchacha y se encamina a la salida. En la puerta, vomita más de lo acostumbrado porque es un vómito cultural. La ameba cobra el cheque. La ameba compra tabaco y fuma. La ameba coge un coche prestado y se va al cine. Aparca muy cerca de la taquilla y allí hay un gorrilla o aparcacoches. El gorrilla abre la puerta del coche (prestado) y le dice buenas tardes, buenas tardes le dice la ameba y lo mira solemne y rolliza, el gorrilla insiste en el buenas tardes, la ameba insiste en su solemnidad, la puerta sigue abierta, el gorrilla la agarra con la mano, la ameba tiene un pie dentro y un pie fuera; el gorrilla musita buenas tardes con un subtexto digno de Lawrence Oliver o su discípula Jamy, la ameba susurra buenas, buenas, el gorrilla no da crédito, la ameba no da un paso, la ameba cierra los ojos: claro, a esto se refería Tarkovski con lo de esculpir en el tiempo, la ameba esculpe, el gorrilla escupe, el gorrilla comenta qué tal, la ameba bien, bien, aquí, ya ves, el gorrilla se quita la gorra, la ameba mete la mano en el bolsillo y le da al gorrilla un fleco, un bruto, un pico, un IRPF, o un neto. La ameba se aburre mucho en la película y piensa: del pico de la Empresa Pública le he dado un fleco a tabacalera, un IRPF al del cine y le he dado un resto al gorrilla para un pico, o piensa: libre circulación del capital: acabo de fortalecer los vínculos entre dos mercados, heroína y cultura, mejor, acabo de proporcionar a un hombre un pico gestionado para que él haga su gestión conveniente, espero que no vomite. La película es Happiness. La ameba tenía una cita con un hombre al salir del cine. El hombre no llegó. La ameba no folló. La ameba volvió muy triste a casa. Pero eso, como siempre, es lo de menos. 11 de mayo o tarkovski La ameba llama por teléfono a un amante. Busca el consuelo de otra piel, de otro cuerpo con el que luchar, poseer, ser poseída. La violación como juego, la angustia como impulso, la vida como treta, polla, coño, os daré por el culo y me la mamaréis, mamón de Aurelio y marica de Furio. En fin, la ameba descuelga una cabina y echa doscientas pesetas porque hoy día casi todos los amantes tienen teléfono móvil. Los móviles de los amantes a los que ameba recurre en momentos como éste (piel, cuerpo, lucha, posesión, juego, angustia, violación, excusa, angustia, angustia) están casi siempre fuera de cobertura. La ameba cuelga, pero la cabina no le devuelve el dinero (200 pesetas). Enfadarse es inútil. Pasa demasiadas veces. La ameba hace cuentas otra vez: cada semana, las cabinas dejan de devolverle unas 1.300 pesetas. Las cabinas no le devuelven el dinero porque hay hombres y mujeres que la trucan para quedarse con él. Esos hombres y mujeres casi siempre usan el dinero para comprar heroína. Son yonquis. Esos hombres y mujeres no suelen ser amantes de la ameba. A la ameba le encanta la idea de que se gasta unas mil quinientas pesetas a la semana en heroína. La ameba reflexiona: ayer estuvo de gestiones, una cabina dejó de devolverle trescientas pesetas, y otras mil que dio a gorrillas diversos (estaba generosa), más las setecientas que le dio al yonqui del barrio. La ameba se sienta y enciende un cigarro. - Ayer morí de sobredosis.