lunes, octubre 27, 2008

La ameba, a veces, se inventa una infancia. Cuando lo hace, cuenta que siendo niña miraba a los espejos y reía. Un día vio sus propios ojos en el espejo, mantuvo su mirada y empezó a llorar. A partir de entonces, cada vez que se mira en un espejo, llora. También inventa un colegio de niñas en el que la ameba llevaba uniforme, un uniforme de falda gris con cuadros azules, camisa blanca y chaleco gris. Inventa que cantaba. En la baranda del cielo/ en la baranda del cielo/ hay una dama sentada/ que se llama catalina/ que se llama Catalina/ que Catalina se llama, sí sí/ que Catalina se llama. También inventa que caminaba por el patio mirando a su sombra y que casi nunca jugaba al elástico con las otras niñas. Inventa que un día, en primero, creo, se escapó de clase y se pasó toda la tarde sola y triste encima de un tobogán. Cuenta que era invierno y que sobre el uniforme llevaba una rebeca verde de lana.

viernes, octubre 24, 2008

Salón de un restaurante chino completamente vacío. El camarero chino espera impertérrito. Entra un cliente y el camarero se acerca tan solícito como sólo puede hacerlo un chino. CHINO. Buenas taldes, señol. ¿Mesa pala uno? ESPAÑOL. Sí. (Pausa.) No. Silencio. CHINO. ¿Espela a alguien el señol? ESPAÑOL. No, no. El chino sonríe e insinúa una reverencia. ESPAÑOL. Sí, perdón. Mesa para uno. CHINO. Clalo, clalo, señol. Acompáñeme. El cliente sigue al chino que le indica una mesa pequeña. Hablan a la vez. ESPAÑOL. (Sentándose.) ¿Mucho trabajo? CHINO. (Ofreciéndosela.) La calta. ESPAÑOL. Perdón. CHINO. Peldón. Sí, mucho trabajo. De nuevo hablan a la vez. ESPAÑOL. Ya. (El español mira de reojo el salón vacío.) ¿Y desde cuándo…? CHINO. ¿La calta, señol? Pausa. CHINO. ¿Qué? ESPAÑOL. (Cogiendo la carta.) No, que cuánto llevan abiertos. CHINO. Ah, un año y tles meses. ESPAÑOL. ¿Y va bien? CHINO. Sí, señol. Glacias. ESPAÑOL. Me alegro, me alegro. (Nueva mirada al salón vacío.) Yo es que vivo ahí en frente, ¿sabe? CHINO. Ahí en flente. Muy bien, señol. ESPAÑOL. ¿Nunca me ha visto en la ventana? Ahí en el primero. Lo que pasa es que ahora llevo peluquín. CHINO. ¿Peluquín? ESPAÑOL. (Señalándose la cabeza.) Peluquín. CHINO. (Sin entender aún.) ¡Ah! ESPAÑOL. Peluquín. (Quitándoselo.) Peluquín. CHINO. Ah, peluquín, peluquín. ESPAÑOL. ¿Me reconoce ahora? CHINO. Sí, sin peluquín mejol. ESPAÑOL. Yo es que… CHINO. ¿Qué? ESPAÑOL. ¿Qué? CHINO. La cocina va a celal plonto, señol. Año Nuevo chino, señol. Peldón. (Señala la carta.) ESPAÑOL. Sí, sí, ahora mismo. ¿A qué hora cerrais por la noche? CHINO. ¿Pol la noche? Talde, talde, señol. ESPAÑOL. Ya he visto que.. ¿Y los camiones…? ¿Tanta comida..? No, lo digo por curiosidad. CHINO. Culiosidad muy buen, señol. Año Nuevo chino, señol. ESPAÑOL. Ah, sí, sí. Arroz. CHINO. ¿Tles delicias? ESPAÑOL. No, blanco, blanco. CHINO. Clalo, clalo. Aloz blanco, señol. ¿Y? ESPAÑOL. No, nada. CHINO. Bien. ¿Vino, celveza,…? ESPAÑOL. Nada. CHINO. (Cogiendo la carta que le cliente nunca abrió.) Glacias, señol. Ahola mismo. (Sale.) El español saca un walki-talkie. ESPAÑOL. Maruja, soy yo. Cambio. (Ruido confuso.) Estoy aquí, aquí en el chino. Cambio. Confirmado, Maruja, confirmado. Esto es una tapadera. Repito, una tapadera. Aquí hay manejo. Droga, Maruja, droga. Cambio y corto. El chino entra con el plato de arroz. CHINO. Aloz, señol. ESPAÑOL. Gracias. ¿Cuánto es? CHINO. Peldón. ESPAÑOL. La cuenta. CHINO. ¿No quiele..? Año Nuevo chino, pelo todavía hay tiempo. ESPAÑOL. Sí. Un poco. Pero… es que… tengo prisilla… CHINO. ¿Plisilla? ESPAÑOL. (Nervioso.) Prisa, coño, prisa. CHINO. Año Nuevo chino, señol. Tladición usted comel todo y yo invital. ESPAÑOL. Pero… CHINO. Tladición china, señol. ESPAÑOL. Pero tengo plisa, digo prisa. CHINO. Voy por tapelgüe. ESPAÑOL. Vaya por lo que quiera. El chino sale por la puerta de la cocina. El español saca una cámara de fotos, hace fotos apresuradas y huye. El chino vuelve con tupper ware. Mira el salón vacío y mete escrupulosamente el arroz blanco, que no tres delicias, en el tupper ware.
CHINO. Bueno, pala mañana...
david montero

lunes, octubre 20, 2008

espia a una mujer que se mata

así se llama la obra de daniel veronese, adaptación del tio vanya de chejov. la ponen hasta el domingo que viene en el espai lliure (es que estoy pasando una temporadita en barna) y yo me fui el sábado pasado a verla a las cinco y media de la tarde.
la escenografía es "heredada" de un espectáculo anterior de veronese ("mujeres soñaron caballos") , una pequeña esquina de una habitación con una puerta que da a la calle y otra que da al interior de la casa, una "gatera" a media altura por la que algún personaje espía lo que ocurre en escecena, tres silas y una mesa. una pistola encima de la mesa.
hay un prólogo que no está en la pieza de chejov en la que sonia y su padre hablan de la decadencia en el teatro, de lo nuevo y lo viejo, de la verdad (teatral, of course) recuerda a la gaviota, si no la cita literalmente. desde antes de que empiecen, una pistola encima de la mesa preside la escena. durante la conversación, la hija apunta al padre y luego a sí misma. ella es la mujer que se mata, ella es a quien tenemos que espiar.
luego la obra, con algunos cambios y cortes, sigue la línea del original chejoviano. excepto insertos de las criadas de jean genet a los que juegan vanya y le médico. insólito pero nada gratuito.
los actores están soberbios. duelen, acojonan como sólo pueden hacerlo los tipos que se la juegan cada noche delante de la gente. claro que lloras, claro que ríes, claro que la puesta en escena y la adpatación y la interpretación son soberbias con mínimos elementos. claro que es un hallazgo ese inserto de fragmentos de las criadas de genet o la conversión del doctor en un estudioso del teatro, claro que el director y sus actores tienen el talento y los cojones y ovarios de pasar de la farsa a la tragedia, del clown por instantes al drama familiar o la comedia de situación. así. de un salto. porque así es la vida: ya no es que en mitad de la comedia más loca lata la tragedia más honda, es que se mezclan sin solución de continuidad y, las más de las veces, conviven en cada instante, en cada persona.
quizá por eso, te acojonas y te duele.
yo voy a eso al teatro. a acojonarme, a que me duela.
pasa poco, es cierto. pero cuando pasa...
copio lo que el director dice en el programa de mano:
"No habrá trajes teatrales, ni ritmos bucólicos en salones familiares. Ni trastos que denoten un tiempo campestre. La acción se desarrollará en la ya vieja y golpeada escenografía de “Mujeres Soñaron Caballos”. Quitando elementos hasta llegar a una expresión mínima, “Espía a una Mujer que se Mata” versión de “Tío Vania” acaba sedimentando algunas cuestiones de orden universal: El alcohol, el amor por la naturaleza, los animales toscos y la búsqueda de la verdad a traves del arte. Dios, Stanislavski y Genet."
Daniel Veronese

viernes, octubre 17, 2008

“D´ailleur c´esr tojours les autres qui meurent”[1]

He estado tantas veces a punto de pedirte de perdón, he estado tantas veces a punto de matarte mientras dormías. Eres un pequeño rinoceronte. Me gustaría hablarte de mi corazón, de cómo se ha ido pudriendo en esta casa. Me gustaría explicarte que todos los sueños que tuve se hicieron grandes a fuerza de no cumplirlos y ahora son un cáncer que va a estallar en mitad de mi garganta. Desde el principio, los dos sabíamos que todo era un malentendido, un despropósito menor, pero una terca inercia nos fue trayendo hasta este sitio de piedra caliza y oración fúnebre. Sé que me has querido. Encerrado en esa habitación, inventándote una amante o una ameba, como el dependiente de una zapatería que se enamora de una mujer misteriosa que se asoma cada día a mirar el escaparate, y luego él se masturba pensando en ella mientras acaricia cajas de zapatos. Yo también te he querido, no sé bien cómo ni por qué, pero en mitad del odio, en mitad del aburrimiento, hubo un hueco para quererte. El amor es raro, se burla de las palabras, sobre todo de esa palabra misma “amor”, se ríe de ella, la traiciona, la confunde con otras, la ensucia, la olvida. Este amor nuestro ya está saldado; sólo unas cuantas líneas. Tantas comidas viendo el telediario, tantas lavadoras tendidas, tantas noches durmiendo juntos o compartiendo insomnios sólo dan para esto: un pequeño catálogo de manías y caprichos: Esto es al final el amor: contabilidades y fracasos. Como diría tu ameba, la vida es un chiste malo, un verso malo. [1] “Por otra parte, son siempre los otros los que mueren” Epitafio de Marcel Duchamp.