martes, mayo 23, 2006

monologo del jefe

Me duele la cabeza, Fulanito, me duele un taco la cabeza. Usted no tiene la culpa. O sí, Fulanito, o sí la tiene. Yo no tengo ni puñetera idea de por qué me duele tanto la cabeza. Si es por usted, si es la calefacción o por qué coño es. No tengo ni puta idea, pero me duele con cojones, Fulanito, y cuando me duele la cabeza me entra una mala hostia… Yo me voy a cagar en Dios y en toda mi puta madre, Fulanito. Pausa. Vamos a ver Fulanito… Vamos a ver si yo me explico, Fulanito, vamos a ver si yo me estoy explicando, a ver si yo me explico bien o me explico mal o no me estoy explicando. A ver si nos entendemos, a ver si usted y yo hablamos el mismo idioma, Fulanito, o sea, español, Fulanito, español. Porque a lo mejor es que yo no me estoy explicando, a lo mejor es que me estoy creyendo que me explico y, en verdad, Fulanito, no me estoy explicando tan bien como yo creo que me estoy explicando. Se lo juro, Fulanito, por mis niños. Yo hay noches que llego a mi casa y pienso en usted, Fulanito. Y entonces me asalta la duda: ¿este tío es tonto o es que yo no me estoy explicando bien? Sí, Fulanito, eso pienso. Será que yo hablo en chino. Será eso, me digo, será que yo no me explico, que Fulano no me entiende, que él y yo no hablamos el mismo idioma. Pausa. Vamos a ver si sabemos hacer la “o” con un canuto. ¿Me explico, Fulanito? ¿Me estoy explicando ahora mejor o todavía tiene usted alguna duda? No, ¿verdad? Está todo claro, ¿a que sí? Pues hala, a ello, Fulanito, a ello. A ello. perteneciente a la obra "Pijamita de madera" de David Montero

lunes, mayo 15, 2006

lullabi (fragmento)

Tom. Vete. Audrey. No te vayas. Tom. Quédate. Audrey. Despiértame antes de irte. Tom. Me voy. Audrey. Me voy. Tom. Pronto me iré. Audrey. Se ha ido. Tom. Ya se ha ido. Audrey. Me voy. Tom. Se va. Audrey. Me voy. Tom. Estoy despierto mientras duermo. Audrey. Aquí no hay arroyo en el que ahogarme. ¿Dónde están los brazos que me sostenían? ¿Dónde estás, amor? ¿Dónde vas, amor mío? ¿Dónde estoy? Sujétame en tus brazos. Quiero dormir. Quiero soñar. Sueños. Tom. Pesadillas moribundas. Audrey. Quiero soñar de nuevo. Soñar las lágrimas de tus ojos, soñar tus penas, soñar tus despedidas, tus besos, tu mirada antigua. Tom. Soñar. Audrey. Prometo ser fiel cuando el sol salga del todo. Todo será como antes. La banda empezará a tocar y siempre sonará mi canción favorita. Tom. Sueña cuando todos se hayan ido. Sueña con cielos grises, sueña que todo saldrá bien, sueña antes de que me vaya, regálame ese sueño, regálame tu último sueño. Me voy. Conduzco hacia ninguna parte en este coche prestado. Y no pienso recitar las cartas que te escribiré. Audrey. Todo será como antes. Tom. La banda está tocando y aparece ese brillo antiguo en tus ojos. Prometimos estar juntos para siempre. Audrey. Palabras. Tom. Palabras. Audrey. Más palabras: recuerdo y te echo de menos y llueve y escribe, por favor, y maldita y condenada y soledad y te quiero. No quiero dormir, no quiero morir, sólo quiero seguir viajando por los prados del cielo. Tom. Llueve, escribe, por favor, te quiero. No quiero dormir, no quiero morir, sólo quiero seguir viajando por los prados del cielo. Audrey: No quiero dormir, no quiero morir, sólo quiero seguir viajando por los prados del cielo. Tom: Recuerdo y te echo de menos y llueve y escribe, por favor, y maldita y condenada y soledad y te quiero. David Montero.

La mano de Dios

Mi pequeña vida recóndita: Una llama de cerilla que flamea asustada en el hueco de la mano de Dios durante las ventosas noches del mundo. Sí, en el asustado resplandor de mí mismo he visto la palma de la mano de Dios. Era dura y tosca, gastadacomo la mano de un colono que una tarde en su campo aplasta un grano de cebada para ver si el meollo es bueno. Hans Borli*Traducción de Francisco J. Uriz *Hans Borli (1918-1989). Noruega. Nació en Eidskog. Trabajó de leñador la mayor parte de su vida. Debutó en 1945, y un año después publicó la novela "El que eligió el bosque". Ha escrito poesía y prosa.

domingo, mayo 14, 2006

LA RIVAL

La luna, si sonriera, se te parecería. Das la misma impresión de cosa bella, pero que aniquila. Ambas sois grandes tomadoras de luz. Su boca de O se aflige por el mundo; la tuya se queda indiferente, y tu primer don es el de trocarlo todo en piedra. Me despierto en un mausoleo; estás aquí, tamborileando con los dedos en la mesa de mármol, buscando cigarrillos, con rencor de mujer, pero sin tantos nervios, muriéndote por decir algo que no admita respuesta. También la luna envilece a sus vasallos, pero a la luz del día hace el ridículo. Tus insatisfacciones, por otra parte, llegan por el buzón con amorosa regularidad, blancas y vacías, tan expansivas como monóxido de carbono. Ningún día está a salvo de noticias tuyas, tú que andas por África, tal vez, pero pensando en mí. Sylvia Plath
Cuando la ameba siente que la vida le aprieta, cuando la perplejidad no le salva, cuando todo es dolor, se dedica a dormir más de la cuenta. En los pocos ratos en que está despierta, suele estar sentada en el vate. Y, sentada en el vate, le dice al guitarrista del bidé: - El cuatro por arriba, maestro. Y la ameba canta. Canta: Yo no soy de esta tierra ni conozco a nadie. El que lo hiciera, el que lo hiciere bien con mis niños que Dios se lo pague. Todo literal. Autobiográfico. No importa que la ameba sea agnóstica. No importa que no pueda tener hijos La ameba suele tirar de la cadena en cuanto acaba esta letra. Luego le pide por favor al guitarrista que se levante para poder utilizar el bidé. Mientras tanto, el guitarrista deja la guitarra en el vate y se lava las manos. Seguidamente, la ameba vuelve a pedir permiso al guitarrista y también se lava las manos. Y se siente por un momento Poncio Pilatos o Margarita. La ameba no termina de sentirse bien. Maestro. Coge la guitarra y se la parte en la cabeza al guitarrista
Dice la ameba: Ahora que estoy notando el resfriado es cuando ya no estoy resfriada. Antes, cuando estaba resfriada, no lo notaba. La enfermedad, como el amor, existe, sobre todo, antes de nombrarla. Estornudo.
(ameba, del griego, amoibé, cambiante) La ameba ama algunas palabras: Indagar, desasosiego, perplejo, demora, desvío, atolondrado, lento. La ameba se levanta temprano un día sí y otro no. Más o menos. Es incapaz de orden, es incapaz de desorden. La ameba ha roto un plato en su vida. La ameba se baña dos veces en el mismo río. La ameba camina hacia su perdición. Pero va silbando.